Lo que nunca fuimos – Capítulo, Robert

Tenía la cabellera recogida en un nudo colgando detrás de su cabeza, reposando tranquilo sobre su nuca, perlas diamantinas brillando sobre sus labios y un trazo suave de rímel delineando sus ojos. Llevaba puesta una blusa blanca y un saco negro sobre una falda oscura que flotaba sobre el elástico de sus medias y las curvas negras de sus zapatos de tacón.

-¿Dónde estabas?

-En la oficina. ¿Te desperté?

-No. Estaba mirando la televisión.

-Es muy tarde Robert.

Se acercó a ella. Flotaba alrededor suyo el olor almendrado de su cuerpo.

-¿Mucho trabajo en la oficina?- Le dio un beso en la frente. Un ligero olor a cerveza, a multitud, a humo de cigarro, a bar le llegó a la nariz. Kathy volvió la cara hacia el otro lado antes de zafarse de su abrazo. Robert le alcanzó a bezar la mejilla izquierda.

-Si  ya sabes cómo es.  – dijo y luego calló. Recordó la llamada que había hecho unas horas antes. “No se encuentra aquí. Salió de la oficina hace algunas horas” Ella debió notar que algo se resistía a estallar en sus labios porque preguntó.

-¿Is there anything wrong? – Dos pares de ojos incendiando un espacio de dos metros.  Dentro de él, un monstruo intentaba salir. .. Asustado respondió.

-No- Robert recibió un beso en la mejilla antes de ver a Kathy dirigirse al baño de la habitación.

El agua corría por el lavamanos. La vio parada frente al espejo, algodón en mano, removiendo el maquillaje de sus ojos. El nudo de su pelo ahora vuelto una trenza bajaba como un río de oro por su espalda desnuda.

Viéndola ahí, desnudarse poco a poco en el acto rutinario de la noche le asaltó la sensación que aquel podría ser cualquier día de los últimos tres años.  Le fascinaba ese momento; ella frente al espejo, él viéndola desde la oscuridad de la habitación. Ella envuelta en el éter de luz blanca que rebotaba sobre las baldosas, fuera del mundo en un momento de solitaria intimidad, un momento solo compartido por él, héroe escondido entre las rocas observando a su ninfa tomar un baño en un arroyo lunar. Todo quedaba en blanco cuando la veía. Su pasado. Su futuro. Solo quedaba un presente, donde él  la contemplaba desde lejos mientras ella se veía a sí misma en la luna del espejo.

No pudo evitar sentir un suave hervor escalarle por el pecho.  La amaba. La adoraba. Pensó. “My Kathy”. Murmuró. Y quiso saltar de la cama, abrazarla, con un gesto suave rodear con el brazo su cadera mientras ella se veía al espejo y así ver el reflejo de sus dos rostros enlazarse en un beso. Un beso público en el universo de sus intimidades compartidas. Kathy cerró la puerta del baño. El rugido del inodoro la acompañó a su regreso a la habitación.

Se deslizó entre las sábanas. Los charcos grises de sus pupilas se entremezclaron por un momento antes que ella volviera la cabeza al otro lado. Robert sintió como si un balde de agua fría se hubiera derramado sobre su pecho.

-¿Algo que quieras contarme? – Ella dejó escapar una ligera temblorina . Robert desanudó su abrazo.

-No. Estoy muy cansada y es muy tarde. Lets sleep.

Robert permaneció despierto, el corazón latiendo con fuerza. Pensó en abrazarla de nuevo, pensó en recorrer a besos el sendero de su pecho hasta llegar a su ingle pero no sintió apetito.  Pensó de nuevo en esa voz diciendo “no está aquí, se fue de la oficina hace unas horas” y volvió a pensar en números y símbolos de acciones de bolsa danzando alrededor de una habitación gigantesca donde una multitud de corredores de bolsa gritaban precios y órdenes. Escuchó a Kathy roncar. Entonces cerró los ojos y sintió poco a poco un sueño intranquilo apoderarse de él.

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